lunes, 28 de septiembre de 2009

IMPREDECIBLE Y FASCINANTE

En la década del 90 en Argentina pasaban muchas cosas. La fiesta Menemista parecía que no tenía fin y suponíamos que el paraíso que nos vendieron de ser un País del primer mundo iba a perdurar en el tiempo. La realidad, nos cacheteó la cara muy fuerte y todo terminó, como casi siempre, con muertos y la República al borde del colapso, social, económico, educativo, cultural y muchos etcéteras más.
El acápite me sirve de introducción para comentar la otra realidad que vivíamos, uno a uno mediante, era el hecho de lo mucho que se podía conseguir por aquel entonces a nivel de música en la mayoría de las disquerías.
Uno de pronto entraba a una gran cadena,(donde por lo general los que atienden saben tanto de música, como quien escribe de patafísica ) y en las bateas, se topaba con ECM, Hatology, o Real World, así como si nada.
En los reductos ya mas dedicados, al metodista obsesivo, buscador de rarezas, aparecían con causa de conocimiento incluido, discos pertenecientes a sellos como el que vamos a reseñar.
Stefan Winter creador del sello alemán Winter & Winter es, en su aporte a la música de características multiétnicas, lo que Peter Gabriel o Manfred Eicher lo fueron y los son a las suyas como emblemas de la diversidad a la hora de jugarse por sus artistas y dar rienda suelta a la experimentación.
Este combo de estudiantes que formaban parte de un quinteto de Free - Jazz, se trasladaron a Bulgaria, para inspirarse en el folclore del lugar pero centrando su sesgo en una esencia ecléctica que combina música gitana, rock, swing, jazz y guiños al pop también.
Noruegos casi todos, la plasticidad de modos e inflexiones, en su propuesta, en algunos momentos me traen a la memoria desde Coltrane más africanista de la última etapa ( The Olatunji Concert ) al Led Zeppelin que hizo la versión de Kasmnir en los MTV unplugged, tambien producto de los globalizadores 90 .
Algunos sellos de característica Búlgara es la aparición como en el corte 2 de la diafonía, donde un coro de mujeres ( en este caso sin acompañantes masculinos en las voces, y más de dos voces ) comienzan la tertulia para terminar su faena musical en el bosque de las flores sin necesidad de pelar mazorcas. Stian Carstensen, se quiera o no, es la columna vertebral del grupo. Diestro multi-instrumentista, sabe sazonar con excelente gusto, influencias de la música rumana, africana, balcánica y hasta poner sonidos para los picaderos de los circos. En sus manos la música se vuelve como la sarna con gusto que no pica, caprichosa, deslumbrante, intensa y llena de imaginación e intuición. Hay que despojarse de todo mensaje intelectual al la hora de la escucha. Saltan, se ríen, arman una ronda y giran, balcánicamente hablando en todo el disco.
Otro punto de interés ya hablando del cd como objeto, son las bellísimas fotos en blanco y negro en papel rugoso que completan el díptico.
Desde un niño gritando de alegría como primera foto, a un malabarista en plena prueba de altura, a la familia unida, paisajes, instrumentos típicos, rostros patriarcales gitanos arman la escena que completa ljalja Kutnetsova , de su libro : " Gypsies - Free Spirits of the Open Steppe" [ Gitanos - Espíritus libres de la estepa abierta ].
Les juro, que al escuchar se me viene el personaje más reo de la película de Emir Kusturica, "Gato negro, Gato blanco", en la boda donde se enfiesta sin parar, al ritmo de la música. Todos talentosos hasta la médula. Para bailar la ronda joró toda la noche.

Reseña : Micky Almada

Stian Carstensen (acordeón, steel-gitar, banjo, flauta, guitarra, etc etc etc), Nils-Olav Johansen (guitarra y voz), Jarle Vespestad (batería), Finn Guttormsen (bajo) y (desde 95) Trifon Trifonov que se unio a FM (reemplazando a Håvard Lund)

lunes, 14 de septiembre de 2009

LA TEMPLANZA


Antes que nada y por mi seguridad, quiero gritar a los cuatro vientos que este es un disco, M A G N I F I C O. El catalán no plantea justamente mi estado de euforia por lo dicho al comienzo de la reseña sino todo lo opuesto.
Despojado de su personalidad musical, lo más parecido a un volcán en permanente estado de agitación , que lo ha vuelto un referente de la música improvisada, aquí el proyecto nace desde el corazón. Todo el trabajo conlleva texturas de un profundo calado expresivo, y la presencia como guía musical de Federico Mompou orbita la estética de esta obra que (me) emociona hasta las lágrimas.
La conversación tranquila y flotante con Guy y Lopez entretejen laberintos que nos llevan a estadios donde cada tema tiene su "aura". Ambos acompañantes poseen capacidad de síntesis, en la cual cada uno conoce su instrumento y el lenguaje del mismo. La cercanía de la música aquí narrada se siente, casi se toca de nuestro lado, el de oyentes, en donde lo implícito se vuelve explícito y el resto del convite lo completamos nosotros.
La génesis de "Aurora", comenzó a principios del 2004 y fue un trabajo de decantación y refinamiento que confluye en la calidad interpretativa de cada tema. Del virtuosismo torrencial que por lo general despliega el líder en su forma de tocar, surge la sencillez como búsqueda plasmada aquí. Y más que eso, el lirismo como forma de expresarlo desde el piano, en donde la escucha debe ser más fina y reposada.
La mayor parte de los cortes son baladas o temas lentos, con espacios entre notas donde el protagonista es el silencio. En palabras de su creador: "Estos esbozos son unas melodías que están muy desnudas. Son cuatro o cinco notas en un papel, pero muy afinadas, muy concisas. Serían como haikus. Son lo mínimo. Lo que tiene que hacer el músico es vestir esta desnudez, aportar la carne a las cuatro notas que no son nada. Esta selección de notas es intencionadamente así. Tan simple, tan minimalista."

Alejandra Pizarnik decía de su hermana, la melancolía : "Mientras afuera todo sucede con un ritmo vertiginoso de cascada, adentro hay una lentitud de gota de agua cayendo de tanto en tanto ". Todo el trabajo representa ese sentir.
Si discos como Kind Of Blue, deberían formar parte de cualquier discoteca que se precie de seria, Aurora la completaría. Manfred Eicher, te perdiste un gol de media cancha.

Reseña : Micky Almada

Agusti Fernandez: piano
Barry Guy: bass
Ramon Lopez: drums, percussion


OBITUARIO

" Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia............". La otra historia es la de Eddie Higgins, la de él y la de tantos músicos poco conocidos, que no salen en la gran foto de los íconos de Jazz. Ejemplos hay miles, pero este humilde servidor, recuerda con cariño, como hace seis años ya para siete, cuando empezaba con la difusión del género desde mi lugar, pasaba en un segundo bloque del programa, "Detour ahead" y lo completaba con una exquisita versión de "Angel Eyes", ambos del disco "Bewitched". Pianista de estilo bop, su territorio siempre fueron los standars, con refinada pulcritud.
Falleció el pasado 31 de agosto, a los 77 años de edad, consecuencia de un cáncer de pulmón, su último registro fue en julio del pasado año, titulado "Standard Higgins". Para caer en el embrujo de su legado una y otra vez.


Eddie Higgins (1932-2009)

Reseña : Micky Almada

miércoles, 2 de septiembre de 2009

PALABRA ENVENENADA

Este notable historiador, es a su vez un punzante crítico de jazz. Aunque este texto ya tiene su tiempo, sus palabras resisten el paso del mismo y es tan actual como cuando lo escribió. Un análisis que de manera certera, nos habla como el Free Jazz o los devaneos de Miles en su última etapa y tantos otros, fueron delicadamente ocultados o poco promocionados. Un ensayo con visión periférica intentando abarcar el todo, con lo que eso supone, lo bueno, lo malo, lo lindo y lo feo. Pero mejor compruebenlo ustedes mismos. Con mirada allende, ERIC HOBSBAWM.

El Jazz de fin de siglo

Desde entonces se ha producido un renacimiento importante. En un principio, los ejecutantes que resultaron más beneficiados en los Estados Unidos fueron los músicos talentosos de vanguardia que militaron en los oscuros días de los años 60 y 70, y que se sintieron llevados nuevamente a la corriente principal del jazz gracias a la reaparición de un público de jazz entusiasta. Estos músicos no eran jóvenes. Desde entonces han surgido músicos genuinamente jóvenes de cualidades notables. Sin embargo, había algo extraño en ese renacimiento del jazz, aunque esa extrañeza lo vuelva más familiar a los antiguos amantes del jazz como yo. El jazz de los 90 mira hacia atrás.Por cierto, los nombres que primero atraen al público en los festivales de jazz son los sobrevivientes de los días previos a 1960, y los talentos de mediana edad que surgen de los 60 y los 70. Pero lo que resulta igualmente significativo es lo que tocan. La base de lo que se está ejecutando hoy en día es esencialmente el bebop de los años 40 y 50. Todos son boppers (amantes de este tipo de jazz). No es que no haya sucedido nada en el jazz desde entonces, sino que las innovaciones de las décadas pasadas, desde el free jazz hasta la fusión, han sido silenciosamente marginadas. Hasta los obituarios más entusiastas de Miles Davis, la figura clave en el desarrollo del jazz desde comienzos de los años 50, se tornaban curiosamente más ambiguos cuando hablaban de sus últimos veinte años, y preferían guardar silencio respecto de la última década. Lo cual está bien para la gente de edad avanzada a la que no le cuesta recordar las maravillas de su primer Quinteto, de Miles Ahead y Kind of Blue, pero la brecha generacional no debería ser tan estrecha. Tradición es la palabra clave ahora, un término alguna vez oído con más frecuencia entre los fanáticos del jazz que deploraban el fin de la música de Nueva Orléans que entre los músicos. Y, sin embargo, éstas son las palabras de un saxofonista de veintitantos años (a quien se describe como surgido de Parker y Adderley): Bird es la influencia principal porque cubre tantas eras y estilos en su ejecución. Se mantuvo fiel a la tradición y creo que si estudiara lo suficiente a Bird podría adueñarme de ella. ¿Acaso Bird pensaba así de sí mismo cuando tenía veinticinco años? Es más, la moda retro se remonta mucho más allá de los pioneros del bebop. Hubo un retorno a las baladas tradicionales, aunque ahora sean ejecutadas con floreos de vanguardia por hombres que regresaron a la corriente principal, provenientes de las fronteras más inaccesibles, como Archie Shepp, el terror de los años 60. Hubo, incluso, una recuperación negra de la tradición original de Nueva Orléans por parte de afroamericanos -durante muchas décadas éste fue un gusto exclusivamente blanco-. Y hubo, por sobre todo, un extraordinario retorno al blues, que aportó una recaudación de medio millón de dólares por la venta de una reedición de Robert Johnson. Todo esto resulta reconfortante y, a la vez, familiar para los veteranos, aunque es imposible volver a sentir, como en 1939-42, y nuevamente a fines de los 50, que estamos viviendo una era de oro del jazz.Simplemente hay mucho jazz para escuchar y no faltan músicos aventureros y accesibles al mismo tiempo. Pero también es una señal de peligro. El jazz no puede sobrevivir como la música barroca, como una forma de pastiche o de arqueología musical para un público cultivado, incluso entre negros. Pero éste es precisamente el peligro que lo acecha. Los chicos negros hoy no cantan blues. El blues es ejecutado, en el mejor de los casos, por artistas viejos para públicos barriales de igual edad y, en el peor de los casos (como sucede en muchos de los salones de blues de Chicago), en barrios blancos, por los mismos hombres entrados en años, para estudiantes blancos. Los chicos negros ya no sueñan con tocar trompetas, sino con formar parte de los grandes grupos de rap. En mi opinión, ésta no es una forma de arte interesante desde un punto de vista musical y, además, sus letras son chabacanas. De hecho, es lo opuesto al arte, grandioso y profundo, del blues. Hay buenas razones para que suceda esto, pero no hace más que cortar las raíces del jazz.El panorama artístico y los medios negros florecientes -lo que podría llamarse el territorio Spike Lee- están impregnados de jazz, y también lo están, obviamente, los músicos, negros y blancos, y no sólo en los Estados Unidos. Pero el jazz siempre vivió, no por ser popular, sino por lo que Cornel West llama la red de aprendices, la transmisión de habilidades y sensibilidades a los nuevos músicos. Las cuerdas de esta red se están deshilachando. Algunas ya se cortaron. ¿Acaso el jazz se está transformando, más allá de toda redención, en otra versión de la música clásica: un tesoro cultural aceptado que consiste en un repertorio de estilos mayoritariamente muertos, ejecutados por artistas en vivo para un público de mediana edad y de clase media, financieramente acomodado, blanco y negro, al que se suman las masas leales de amantes del jazz japoneses? ¿Volverá a ser accesible a su público natural, los jóvenes pobres, principalmente a través de la radio y las grabaciones, como lo fue para mi generación europea hace medio siglo? ¿El jazz se está fosilizando de una manera terminal? No es imposible. Si éste fuera el destino del jazz, no servirá de mucho consuelo que todas las peluquerías y los salones de belleza hoy pasen grabaciones de Billie Holiday. Sin embargo, el jazz ha demostrado tener extraordinarios poderes de supervivencia y autorrenovación dentro de una sociedad que no está preparada para esta música, y que no la merece. Es demasiado pronto para pensar que su potencial se ha extinguido.Además, ¿qué tiene de malo seguir escuchando y dejar que el futuro se ocupe de sí mismo?

Traducción de Claudia Martínez.
(c) Eric Hobsbawm y Clarín, 1998.
Intro: Micky Almdada