Soy un convencido que la belleza de la
vida se encuentra en las simples cosas y creo que llegar a ese estado o modo de
mirarla, lleva consigo un camino muy largo. Una es decirlo de palabra y otra es
ser verbo de lo que se dice, y puedo afirmar que la delicadeza de este dúo viste de sencillez y simpleza
los 16 cortes que conforman esta obra, dictada desde otro lugar a los
protagonistas que son meros intermediarios.
La pureza de cada nota tocada, el espíritu elegante que emerge en
composiciones como “Visitor”, “Fall”, “Edge”, proveen abundantes figuras
poéticas que reflejan el alma de dos seres en estado contemplativo en una
ceremonia hecha de emociones brumosas y
profundas.
El pianista revela su fascinación y
casi obsesión por el compositor austríaco Franz Schubert fundamento nutricio y punto de partida para este proyecto. La compenetración entre ambos roza lo sublimen en “Schubert Said”, “Own” o “Sheen” donde el violonchelo expresivo
pero cauteloso desliza pinceladas luminosas dialogando con el piano, sin
necesidad de contar nada mas que lo dicho.
Hay algo que Bjørnstad ha aprendido muy
bien y que es una enseñanza de la música clásica: unir interpretación, corazón
y música para fusionarse en ella.
Como reza el título: “Canciones
Nocturnas” para dejarse mecer en una quietud infinita. Quedarán subyugados por
la sensibilidad de esta producción y remitiéndome
al principio de la reseña: música de inspiración divina.
Ketil
Bjørnstad - Piano
Svante
Henryson - Violonchelo
R:IDJ