jueves, 25 de junio de 2015

TRAS LOS PASOS DE LOIS BLUE




AI terminar la presentación del libro “Juego de Damas”, del periodista e investigador Edgardo Carrizo, estaba charlando en el hall de la Sala Enrique Muiño con Lucía Montero, vocalista de tango e hija del músico y fotógrafo Rodrigo Montero y la inolvidable cantante de jazz Lois Blue. En dicho momento hizo su aparición la joven cantante Barbie Martí­nez, que al igual que las artistas que participaron del recital interpretó dos standards con gran solvencia, demostrando idoneidad y garra. Al verla, Lucy corrió a su encuentro y le dijo con entusiasmo: "Seguí así. por este camino, ¡Vos sos la sucesora de mamá!". Barbie se sonrojo, por emoción o por pudor, seguro, transparentando una enorme satis­facción al escuchar semejante halago y a la vez carga de responsabili­dad. Porque Lois Blue, nacida como Lucía Claudia Bolognini Miguez, en la ciudad de La Plata, en 1912, fue no sólo una pionera, sino una intérprete vocal y pianista por cuyas venas coma la sangre del jazz con toda su negritud, considerando este término como un valor. Me con­taba mi padre, que hacia mediados de la década del treinta, tuvo el inmenso placer de escuchar en una reunión privada en casa de Lois, al legendario cuarteto vocal norteamericano The Mills Brothers en una fugaz visita por la Argentina, valiendo como ejemplo de la constante oportunidad que tuvo de vivenciar momentos con grandes músicos que suplieron una formación académica. Y siempre consideró al Jazz y al Swing como sinónimos.

Hace pocos días recibí de parte de mi hijo Humphrey un regalo impre­sionante: una colección encuadernada de la inhallable revista especia­lizada “Síncopa y Ritmo”, fundada por Don Femando Iriberri, En el nú­mero de Mayo de 1944, apareció la noticia del debut de Lois Blue, tras haber actuado con otras agrupaciones, como lady crooner de Héctor y su Jazz, bajo arreglos de Martín Darré en los micrófonos de Radio El Mundo. Quedaron como testimonio 23 versiones grabadas de dicho acontecimiento, como la iniciática “Paducah”, para el sello RCA Víctor. Casi un cuarto de siglo más tarde, tuve el placer de conocerla perso­nalmente y contactarla para algunas sesiones que organizaba el inol­vidable Círculo Amigos del Jazz de Buenos Aires. Acompañándose al piano, con gran carisma, deleitó a los aficionados con temas como "As time goes by”, del film “Casablanca”. De allí en adelante trabajó en el circuito nocturno local, cuando el panorama era dominado por expresiones populares, o mejor dicho, popularizadas.

Hasta que en 1980 tomó una decisión fundamental: radicarse en los Estados Unidos. Primero en Los Angeles y luego en Nueva York, hizo su rutina en innumerables clubes nocturnos o bares, siempre ligada a su pasión jazzística. Y a partir de 1994 hasta su muerte en 1999, fui un privilegiado en recibir domingo por medio, su llamado telefónico, que también compartí con el amigo platense Sergio Pu­jol y el compositor Virgilio Expósito, a quién llegó a ubicar en diver­sos sitios de América cuando viajaba. Como columnista de jazz de la revista “La Maga”, me informaba de todas sus actividades, desde que estaba hablando en una cabina del Central Park, vestida con su buzo de jogging para no perder su silueta, hasta su amistad con Ruth Ellington, hermana del famoso “Duke” y sus presentaciones en Harlem. Pero, fundamentalmente, lo que no dejaba de preocu­parle era saber nuestra opinión sobre quién era “más negra” can­tando: su conocida colega Paloma Efron (Blackie) o ella, después de más de sesenta años de sana competencia y de los primeros registros de ambas. Lois Blue: genio y figura.


Por Carlos Inzillo
 

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