Comparto esta excelente reseña hecha por el pianista español Agustí Fernandez, con motivo de la partida de este plano, del genial músico y pianista Cecil Taylor acaecida el pasado 5 de abril de 2018.
Es muy difícil hablar de un gigante del
piano como Cecil Taylor. Pionero, innovador, genio, leyenda viva, ya se han
utilizado todos los calificativos y poco se puede añadir de novedoso. No obstante,
voy a intentar aportar un par de conceptos que pueden dar alguna clave para
escuchar a Cecil Taylor, para entender la manera en que aborda el piano.
Taylor es una figura única en el mundo
del jazz ya que, a diferencia de sus compañeros de generación provenía del
mundo académico y no de tocar en bandas de blues y rythm & blues. Esto
significa que en sus años de aprendizaje estuvo en contacto tanto con la música
culta europea del siglo XX (Debussy, Ravel, Stravinsky. Bartok, etcétera) como
con la tradición viva del jazz (Fats Waller, Errol Garner, Duke Ellington,
Thelonious Monk, etcétera).
Precisamente lo que hizo que su música
fuera tan controvertida al inicio de su carrera fue la original mezcla de
técnicas europeas con la energía de la música tradicional de los negro- americanos, creando una música nueva e inimitable.
Con el paso del tiempo, Cecil Taylor, ferviente defensor de la cultura musical
afrocéntrica dio la espalda a la mayoría de las ideas de origen europeo, ya
que considera que las raíces de toda la música se encuentran en África.
El eslabón que le une a Europa es el
instrumento, el piano, quizás el instrumento más definí- torio de lo que es y
representa la música europea. Pero Cecil Taylor ve el piano desde una
perspectiva muy diferente a como lo vemos los europeos. Para él, el piano es
eminentemente un instrumento de percusión, a diferencia de otros pianistas de
jazz de su generación, como Bill Evans, que lo veían como un instrumento
melódico-harmónico. Taylor dijo una vez que para él el piano eran ochenta y
ocho tambores afinados, aludiendo a las teclas que tiene el piano.
Recuerdo una vez en que Taylor me
demostró este concepto en un piano. Acercando sus dedos a las teclas y
pulsándolas suavemente me dijo: "Los europeos tocan el piano así,
hundiendo las teclas; pero en mi tradición el piano se toca ¡así!,
golpeándolas", y acompañó la frase con un rapidísimo golpe ejecutado
desde medio metro de distancia del teclado. Para comprobar de qué habla Taylor
no hay más que acudir a los vídeos de Duke o Monk colgados en YouTube.
Otro rasgo definitorio del pianismo de
Cecil Taylor es la fisicalidad de su manera de tocar. Una fisicalidad primitiva
que le asemeja más a un animal que a un pianista convencional. Para él no hay
diferencia entre tocar el piano o bailar, por ejemplo, todo su cuerpo participa
en la acción de extraer sonidos del piano. Son célebres los vuelos
taylorianos por el teclado en busca de la sonoridad que tiene en mente y que
sólo la implicación total del cuerpo le puede dar.
Pero es que él piensa que cualquier
técnica que produzca un sonido musical es aceptable, tanto si está dentro de
la tradición como si no." La técnica es un arma para hacer lo que se
tiene que hacer”, dice. Una de esas armas, y quizás la más superficialmente
imitada, es la utilización de clusters de notas. Un cluster (racimo) es un
grupo de notas adyacentes tocadas simultáneamente de manera que la sensación
de altura definida (un fa central por ejemplo) se diluye y queda solamente la
sensación global de percusión indefinida.
Taylor utiliza esa técnica (ejecutada
con los dedos, la mano, la muñeca o el brazo) para enlazar una sucesión de clusters
por todo el teclado a velocidad de vértigo. Su efecto es el mismo que obtienen
Ornette Coleman o John Coltrane con el saxo: frases velocísimas donde lo
importante no es el microdetalle, las notas una a una, sino el dibujo global
que forman, y la energía que contienen y desprenden. La técnica pianística de
Cecil Taylor, mezcla de ortodoxia y heterodoxia, es única, a la vez brutal,
sofisticada, virtuosa, no exenta de lirismo y suavidad cuando el momento lo
requiere.
Pero ella no es nada más que el dedo
que apunta a la luna, no la luna en sí. Una técnica al servicio de unas ideas
únicas y originales: "Los grandes artistas, más que embarcarse en una
disciplina, lo que hacen es entender lo que es el amor y permitir que este tome
forma". Su amor se sublima en el momento en que entra en contacto con un
Bósendorfer Imperial, su piano preferido.
(Para quien esté interesado en
introducirse en el pianismo de Cecil Taylor, le aconsejaría uno de estos tres
discos - entre los diecisiete de que consta su discografía de piano solo - : “Air
Abow Mountains”, Enja, 1976; “Garden” HatArt 1971; Y “The Willisau Concert”,
Intakt. 2002).
© Agustí Fernandez
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