"Dada su naturaleza polimorfa, ¿puede una definición de la improvisación ser otra cosa que el congelamiento ilusorio y momentáneo de un movimiento perpetuo, de ese descenso al Maelstróm en el que los objetos reconocibles dan vueltas en una lenta caída hacia el olvido?
Los intentos anteriores, por parte tanto de músicos como de académicos, sugieren que una definición de ese tipo sería tan insensata como esa fábrica de teoría que hoy bulle en las conferencias universitarias y papers académicos, especialmente en esos en los que neurocientíficos tocan en el piano clichés de jazz de comienzos de los años sesenta dentro de escáneres de resonancia magnética para demostrar alguna vaguedad sobre la improvisación y la actividad cerebral.
Todas estas actividades pueden ser fácilmente desligadas de la práctica, incluso de manera deliberada; los practicantes (en especial los músicos improvisadores) "no saben" lo que están haciendo; la improvisación solo puede tener lugar en la vorágine que conecta estados de inconsciencia con momentos de una aguzada conciencia.
¿Quién se atrevería a entrar en este Maelström sin experiencias previas? Es necesario que las alarmas suenen periódicamente, los recordatorios de Bailey, acaso también de Berio (ambos fallecidos tiempo atrás), de que la improvisación es tan personal como social, que es una actividad grupal basada en la práctica, cuya falta de coherencia entre acción y dialéctica es catastrófica para su credibilidad pero vital para su adaptación.
Y qué decir de su historia, si es que es posible decir algo, dados los orígenes no registrados de la improvisación libre, la documentación fragmentada de su trayectoria a partir de la década del sesenta y su propia transitoriedad: ejecuciones que o bien se esfuman, o bien subsisten en grabaciones que terminan siendo rarezas caras y codiciadas.
Los intentos que ha habido de escribir su historia han sido someros y parciales en los mejores casos; en los peores, son lisa y llanamente ficciones, aunque consistentes en su adhesión al relato ortodoxo. Este dice más o menos lo siguiente: a fines de los años cincuenta el jazz se sacó de encima las estructuras armónicas de la canción popular y de ese modo se produjo el salto al acalorado período del free jazz moldeado por Cecil Taylor, Ornette Coleman, Milford Graves, Sunny Murray, Albert Ayler, John Coltrane y muchos otros. Más o menos al mismo tiempo, compositores como John Cage rechazaron los sistemas compositivos existentes y estructuraron su música según procedimientos aleatorios.
En algún punto a mediados de los años sesenta, estas dos estrategias de la vanguardia convergieron para dar origen a una tercera corriente (que no es el estilo conocido como Tercera corriente), de ahí entonces la improvisación libre. Para ser un relato conveniente, hay que decir que tiene su grano de verdad; pero es también un linaje que me resulta sumamente sospechoso."
Fragmento de "En el Maelström. Música, improvisación y el sueño de libertad antes de 1970" David Toop (2018)
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