domingo, 22 de diciembre de 2019

AVISHAI COHEN'S BIG VICIOUS


El trompetista Avishai Cohen presentó música de su próximo álbum con su banda Big Vicious en la celebración de aniversario de los 50 años del sello ECM en Bruselas el pasado fin de semana. El grupo se conforma con : Avishai Cohen, trompeta; Uri Ramirez, Yonathan Albalak, guitarra; Ziv Ravitz, Aviv Cohen, batería. 

Como muchos músicos, Cohen corre carreras paralelas. Por un lado toca música acústica en la gran tradición del jazz con su cuarteto o recientemente en dúo con el pianista Yonathan Avishai. Y por otro está tocando con su banda eléctrica Big Vicious con dos guitarristas y dos bateristas.

En la reciente celebración de los 50 años del sello ECM  en Bruselas, tocó tanto en dúo como con Big Vicious como junto a colegas  del sello germano: Enrico Rava y Elena Duni. 

Incluso tienen una identidad visual como una banda vestida con un mameluco de trabajo en rojo, negro y azul con el nombre de la banda impreso en la parte posterior, como para indicar que están aquí para realizar un trabajo duro, no arte. También se proyecta en la forma en que se mueven en el escenario, dando pasos de baile cuando no tocan o mientras lo hacen.

Si Avishai Cohen tiene influencia de la música de los 60 de Miles Davis cuando toca, entonces Big Vicious retoma la temática y musicalidad más eléctrica heredada del trompetista,  de los años 70 y 80. Los temas están basados en riffs y son muy rítmicos, incluso bailables. 

Los dos bateristas tocan de manera muy disciplinada y se turnan para liderar. A veces, Cohen indica el cambio en medio de una canción y hacen el cambio sin problemas. Los dos guitarristas trabajan de la misma manera y proporcionan algunas líneas de bajo.

La música que tocaron se editará en un nuevo álbum de ECM en marzo. No suena como una versión típica de ECM, al menos no en vivo. 


domingo, 15 de diciembre de 2019

JACO Y PEDRO


La primera vez que Pedro Aznar escuchó un disco de Jaco Pastorius en la casa de un trompetista amigo, quedó, según sus propias palabras, pasmado. "Fue uno de esos momentos musicales de revelación, esos descubrimientos tan fuertes que más tarde podés recordar la situación como una foto en tu cabeza", dice. Tanto lo impactó la técnica del legendario bajista norteamericano (llamada fretless, que vuelve al instrumento más melódico) que Pedro decidió sacarle los trastes a su primer bajo para asimilar el sonido de su instrumento al de Pastorius.

La vez siguiente que tuvo contacto con Pastorius fue en Río de Janeiro y Aznar (que tenía sólo 20 años) quedó literalmente empapado. Los dos estaban en un festival en la ciudad carioca, donde Pastorius estaba con su grupo Weather Report, en el mismo hotel frente al mar. Mientras Pedro conversaba en las reposeras con Charly García y Oscar Moro, y con un periodista marplatense, un torbellino humano apareció en el lugar y se tiró estilo bomba a la piscina, salpicando a todos los que estaban alrededor. "Llegó Jaco Pastorius", fue el comentario. 

"Era un exhibicionistas total, un estilo totalmente zarpado", recuerda Aznar.El periodista ofreció presentármelo y casi no me animo de los nervios. Encima, cuando nos acercamos, no tiene mejor idea que decirle: "Te presento a Pedro Aznar, el mejor bajista del mundo". No te puedo explicar la cara de desencajado que puso Jaco, porque así se presentaba él. Y yo, obviamente me quise morir".

Pero al parecer, la audacia de la presentación tuvo su efecto, porque Pastorius invitó a Pedro al bar del hotel a desayunar. "Me acuerdo que pidió sopa de ajo. Como no había, pidió de tomate y le agregó ajos y también salsa tabasco. Yo no lo podía creer y él me explicaba que todas las mañanas se comía ajos crudos porque eran buenos para la salud. Y ahí nos quedamos conversando sobre comidas. Estuvo muy cordial y simpático", dice Pedro sonriendo al recordar los excesos que caracterizaban al personaje. 

"Esa misma noche nos invitaron a un agasajo para los músicos del festival. El apareció en el lobby, como una tromba, y casi nos arrastró a Charly y a mí, en el mismo taxi con él. En el auto, para sacarle tema, le pregunté si tocaba estilo slap, que es como tocar las cuerdas golpeteando con el pulgar. Enseguida me contestó que lo había inventado él. Y yo, ingenuamente le dije: "Ah, no sabía, pensé que había sido otro". Ahí se puso como loco. Y con Charly nos miramos pensando: "fuimos". Se bajó del taxi dando un tremendo portazo y se fue. 

Nosotros nos quedamos mortificados, yo metí la pata sin querer, pero él era un tipo totalmente imprevisible. En la fiesta, el baterista de Weather Report, nos dijo que era siempre así, explosivo, pero buena gente. Pero a nosotros, se nos aguó la fiesta".

A los pocos días, buena parte de los grupos del festival se trasladaron a Buenos Aires, al festival BUE. Y ahí, Aznar tuvo oportunidad de volver a cruzarse con Jaco, en el hotel Bauen. "Me invitó a tocar a su habitación, en plan "vení, pibe que te voy a dar un par de lecciones", se ríe Aznar. "Era tan ansioso y avasallante que no aguantaba esperar el ascensor y se mandó por las escaleras hasta el noveno piso.

Me hizo subir corriendo. En su cuarto, tenía dos bajos con los que siempre viajaba. Me dio uno y me dijo que tocara. Era muy loca la situación, no me acuerdo ni qué toqué porque yo me sentía casi paralizado. Pero empecé a garabatear algo con las cuerdas y él me decía: "Está bien, está bien". 

Y ahí me contó que él estudiaba el bajo con la técnica del violoncello. Hablamos de música y después me tomó una especie de examen, me preguntó qué bajistas me gustaban y cuando le nombré a Paul McCartney me miró irónicamente. Yo me acuerdo que le hice unos chistes con eso y se quedó hasta que me dijo que estaba de acuerdo. Yo le nombraba gente y él me estudiaba simpáticamente", dice Pedro. Esa fue al última vez que Aznar pudo compartir con su ídolo. "Son esos tesoros únicos que a veces te regala la vida".

Dos años más tarde, Aznar fue a estudiar música a Boston, donde se contactó con otra figura de gran influencia en su vida musical, el guitarrista Pat Metheny. Pat y Jaco habían estudiado juntos en la secundaria y eran bastante amigos. Ahí me enteré de que a Jaco lo habían echado de Weather Report por sus desequilibrios y también estaba alejado de su familia. Después, seguí escuchando historias de su deterioro y me dio mucha pena porque era realmente brillante. 

Lamentablemente Jaco terminó en la calle, le robaron sus instrumentos, tenía problemas psiquiátricos a los que se sumaban los de las drogas y el alcohol. Al final, murió golpeado por un patovica de un local, a los 37 años. Su legado es enorme: él marcó un antes y un después en el bajo eléctrico, él se salía del molde constantemente, con una energía muy poderosa. Aznar lo describe como un héroe trágico, una mezcla de vikingo, gitano, surfer y chamán. Imposible de ignorar. "Más pasa el tiempo y la verdad, más valoro haberlo conocido"

domingo, 8 de diciembre de 2019

AVALANCHA DE DISCOS


Llega fin de año y las discográficas preparan lanzamientos diversos, para regocijo de los adictos al jazz, que tienen frente a sí un abanico de opciones en todas las vertientes.

Discos de artistas consagrados como Lee Konitz, Jimmy Cobb o Bill Frisell, trabajos recuperados en vinilo como el primero que el pianista Mal Waldron grabó en ECM y exponentes de la vanguardia como Mary Halvorson, Ingrid Laubrock o Michel Formanek son algunos de los álbumes que están llegando a las bateas o a los servicios de streaming.

Más allá de las novedades, publicaciones especializadas listan los discos que consideran más relevantes del año. DownBeat, por ejemplo, cuenta en su nómina con unos pocos álbumes llamados Masterpieces, que son aquellos que merecieron el máximo de cinco estrellas que asignan los críticos de la revista. 

Entre estos discos hay que enumerar Waiting Game, de la baterista y compositora Terri Lyne Carrington, la caja con los ocho shows del extraordinario grupo del trompetista Dave Douglas en el Jazz Standard de Nueva York; Love Songs, lo nuevo de la pianista y cantante Eliane Elias, el último trabajo del trío de Ted Nash, Somewhere Else: West Side Story Songs, así como también los esperados discos de Abdullah Ibrahim, Ahmad Jamal, Andrew Cyrille y el rescate de Bill Evans in England que logró Resonance Records.

Pero decíamos que al margen de estos rankings, que suelen generar atendibles controversias, los últimos días fueron testigos de lanzamientos que merecen atención.

Uno de ellos es "Old Songs New", nuevo trabajo en la prolífica trayectoria del saxofonista Lee Konitz, con un noneto de vientos, cuerdas y percusión. Son standards, abordados con la mirada siempre alternativa que la madurez de Konitz se encarga de perfeccionar.

Entre la vanguardia no habrá que dejar pasar el dúo de la saxofonista Ingrid Laubrock y la pianista Aki Takase. Un gran disco editado por el sello Intakt con el nombre de "Kasumi".

Mary Halvorson, guitarrista también de la experimentación jazzística, esta vez unió fuerzas con otro encantador de ese instrumento, John Dieterich, que proviene del indie rock, para dar luz a un disco en dúo de extraña belleza.

En el terreno más tradicional, la serie de grabaciones "At Onkel Pö Carnegie Hall" resurge con un show en vivo del quinteto del trompetista Woody Shaw en Hamburgo, de 1979. También se luce con un concierto del grupo integrado por Dave Liebman, Richie Beirach, Frank Tusa, Jeff Williams y Badal Roy asimismo en Hamburgo pero en 1975.

Entre otros álbumes a explorar, hay que citar "53", del pianista Jacky Terrasson, en formato trío, la banda de sonido de la película francesa "Mon Chien Stupide", compuesta por Brad Mehldau, "Harmony", del grupo de Bill Frisell para Blue Note, y la gran performance que está mostrando el sello Smoke Sessions, con los discos de Nicholas Payton, Jimmy Cobb y el sexteto que alista nada menos que a Gary Bartz, Vincent Herring y Bobby Watson en su front line.

domingo, 1 de diciembre de 2019

JOHN CAGE - 4:33

John Cage pasó por este mundo dejando un enorme legado. A pesar de su gran aporte como compositor, donde transformó y cuestionó las nociones mismas de lo que podía ser música, fueron sus pensamientos e ideas, las que permearon profundamente a toda una generación sobre qué es el arte y cuáles son sus posibilidades. Sus planteamientos abrieron paso a las grandes innovaciones del arte contemporáneo; el Pop art, el Conceptualismo, el Minimalismo y la Performance o el Happening. Y lo más interesante, a mi parecer, es que todo este pensamiento deriva de su cercanía y de su indagación en el conocimiento espiritual de oriente.


Vamos a esclarecer las ideas detrás de su pieza musical más radical y controversial; 4′ 33» de 1952. Esta obra, como dice su nombre, dura 4 minutos, 33 segundos. John Cage la divide en tres tiempos, pero en cada una de estas partes lo único que se escucha es el silencio.

Superar el Ego

A mediados de los años ’40, John Cage se sentía absolutamente incomprendido como compositor. Percibía que la escena musical estaba convertida en una Torre de Babel; cada artista pretendía expresarse y comunicar, pero finalmente nadie se entendía con nadie. El pensamiento oriental, vino a Cage como una necesidad para sobrepasar sus obstáculos personales y profesionales.

Cage se comienza a cuestionar la idea occidental del arte como expresión interior, como la labor de un genio que busca representarse en su obra maestra. Comenzó a estudiar las concepciones orientales sobre la naturaleza del ego y su ilusión separatista. Nuestro ego fabrica una cáscara que se constituye de nuestros gustos y disgustos, de nuestra memoria y de nuestros miedos. Pero ésta no es sólida ni substancial, su carácter es ilusorio. Todo es Uno y Uno es Todo.


Con esto, John Cage deja de creer en el arte como expresión del ego «It’s for that reason that I have said that instead of self-expression, I’m involved in self-alteration.» Y precisamente, en 4′ 33» Cage evita introducir el peso de su ego, él no toma ninguna decisión con respecto a los sonidos que le gustan y los que no, respecto a lo que podría considerar bello o feo. Su ego se silencia, abriendo el paso para que el resto del mundo fluya a través de su obra.

El Silencio no Existe

Desde 1948 que Cage pensaba en su composicón silenciosa. Al prototipo, que ya visualizaba en esta época, lo llamó Silent Prayer, inspirado en las ideas del maestro védico Ramakrishna y del místico alemán Meister Eckhart. Comenzaba a entender el silencio como la fuente de todo ruido y como el lugar donde se encuentra la energía superior. Ya en su obra Four Walls de 1944, había comenzado a insertar pausas de silencio. Pero para dar el salto radical debía aún vaciarse de los hábitos y costumbres implantados en su mente por años de educación.

En 1952 va a tener la experiencia que genera el click, logra llegar a un bardo (concepto tibetano que representa el momento de transformación de un estado a otro, generalmente asociado a la muerte) que lo ilumina y lo hace entender las enseñanzas de su maestro Zen D.T Suzuki.

John Cage hace un viaje hacia la cámara anecoica de Harvard. Esta cámara está herméticamente cerrada y equipada con baffles que absorben el 99,8% de la energía de las onda de sonido. Por fin experimentaría el verdadero silencio que tanto había buscado. Pero sorpresa! Ya en la cámara, en el máximo vacío, comienza a escuchar su sistema circulatorio y nervioso. El click es instantáneo y duradero; el completo silencio no existe. El único silencio verdadero se logra con un giro de tu mente hacia el interior. «Silence is not acoustic. It is a change of mind, a turning around» Y esa era la enseñanza de Suzuki.

Este punto es fundamental para entender su composición debido a que Cage no pretende que escuchemos el silencio por 4 minutos 33 segundos, sino, que escuchemos el ruido del mundo, el ruido de la vida, por ese largo de tiempo.

No hay Diferencia entre Arte y Vida

Esta proposición de John Cage fue seminal en generar las ideas que permearon el arte de la segunda mitad del siglo XX. «Things should be as they are», es la frase que liberó al arte de su antiguo adagio sobre lo high and low. El fine art dejó de ser un circuito cerrado, diferenciado del resto de la vida. Pensemos en el Pop art y su introducción de objetos de uso cotidiano, identicos al original, como la Brillo Box de Warhol y sus tarros de sopa Campbell. Otro ejemplo es el arte de performance de Marina Abramovic. En su obra The House with the Ocean View, interpretada en Nueva York, vive por 12 días en una instalación/casa dentro de la galería. Su intención era purificar su alma a través de las tareas cotidianas. Cageano total.

En su obra del silencio, John Cage enmarca 4 minutos, 33 segundos, como el tiempo dentro de la vida cotidiana que se convierte en arte. Como ya sabemos, Cage no pretende que escuchemos el silencio, el cual ya sabe que no existe. Lo que pretende es que escuchemos los sonidos que la vida nos entrega en ese determinado lugar en ese determinado tiempo. Vida y arte se funden.

La primera vez que esta obra se interpretó fue en Woodstock, New York, en una colonia de artistas. El lugar; Maverick Concert Hall, un caserón rústico construido a mano. David Tudor, el intérprete, se sienta frente al piano y coloca un cronómetro, cierra la tapa del piano, no se mueve por 30 segundos. Luego abre la tapa, la cierra y no se mueve por 2′ 23». El viento entra por la puerta abierta del salón y la suave lluvia tintinea en el techo. Abre la tapa del piano, la vuelve a cerrar y no se mueve por 1′ 40». El público comienza a susurrar y a moverse, incómodos en sus asientos. Tudor se para y deja el escenario. La obra ha finalizado. Los sonidos entraron sin previo juicio, la vida se manifestó libremente.

Todo Cambia todo el Tiempo

Dos años antes de esta pieza, John Cage descubrió el I Ching, el antiquísimo método de adivinación chino. Fue una herramienta que revolucionó su obra y que usó incluso en su vida personal. Cage alucino con este método que representaba una respuesta a sus dudas sobre la validez de la expresión personal en el arte. Con el I Ching hacía preguntas en vez de tomar decisiones. Podía silenciar a su ego y dejar que el universo decidiera.

Pero con el tiempo John Cage descubre y entiende la indeterminación, un concepto mucho más amplio que se abre a las eternas posibilidades de este universo en constante cambio. El cambio, según el pensamiento Budista, es la única ley que gobierna nuestro mundo fenomenológico, constituido de un baile incesante de vida y muerte. La realidad es indeterminada.

«Silence becomes something else -not silence at all, but sounds, the ambient sounds. The nature of these is unpredictable and changing».  En 4′ 33» John Cage permite que la indeterminación del universo entre en su obra. Las posibilidades de sonidos son infinitas y serán distintos en cada lugar y en cada tiempo en que se interprete. Nunca una pieza será igual a la otra.

El arte de John Cage se convierte en una experiencia que te transforma, que te altera y te acerca al entendimiento, a la iluminación que él tanto buscó y que tarde en su vida se revelaba en su hermosa sonrisa. Gracias John Cage, por tratar de despojar a nuestra sociedad de los velos de la ilusión. Namasté.