domingo, 26 de julio de 2020

DUST & GROOVES



Una mirada fotográfica al mundo de los coleccionistas del vinilo, en los ambientes más íntimos, y en salas de grabación. Ensayos convincentes del fotógrafo Eilon Paz se combinan con perspicaces entrevistas en profundidad para ilustrar lo que motiva a estos coleccionistas a seguir buscando más registros.

Puede resultar curioso y paradojal el acercamiento que hace el autor de las cuestiones relativas a priori, en lo que respecta a los amantes de los diversos formatos que utiliza la música para llegar al corazón del aficionado. El resultado es visualmente dinámico e interesante a más no poder.  

El lector obtiene una mirada cercana y personal de una variedad de reconocidos aficionados del vinilo, incluidos Gilles Peterson y King Britt, así como un vistazo a las colecciones de DJ, productores, distribuidores de discos y entusiastas cotidianos conocidos y desconocidos. 

Paz nos lleva en un viaje de cinco años desenterrando el alma de la comunidad del vinilo. Un documento imprescindible para quienes amamos la música en sus diversos formatos. Un caprichoso lujo que no podes dejar pasar. 

domingo, 19 de julio de 2020

RENACIMIENTO DE UNA LEYENDA DEL JAZZ PORTUGUÉS



Sale a la venta el primero de los nueve discos que dejó sin editar Bernardo Sassetti, el portugués que componía una música incomparable.

Al mundo del jazz le sobran historias de culto. La mayoría son legendarias y hasta incomprobables -como aquella del piano sin teclas con el que Monk ensayaba en su oscuro confinamiento en la casa de Pannonica- y otras, las menos, son verificables y actuales.

Una de ellas llega de Portugal, país que en los últimos años proyectó grandes figuras y sellos discográficos. La editora Clean Feed, por caso, logró una expansión internacional envidiable, incorporando a su catálogo grandes figuras de la vanguardia jazzística como Kris Davis, Tony Malaby, Marc Ribot, William Parker y muchos más. Pero también lanzó a escena a extraordinarios músicos locales como Susana Santos Silva, Rodrigo Amado, André Fernandes y tantos otros.

Entre ellos, sobresale Bernardo Sassetti, un pianista y compositor cuya temprana desaparición contribuyó a dibujar su estatus de leyenda. Dicen quienes lo escucharon en vivo que su música abre las puertas a una epifanía incomparable. De estilo reflexivo, con especial sensibilidad por la melodía y con formación clásica, Sassetti fue un hito en la música contemporánea portuguesa y en el jazz en particular. Dos discos editados por Clean Feed agigantaron su figura. Nocturno e Indigo, lanzados a principios de este siglo, lo exhibieron en un nivel de expresividad notable. El primero resultó ser el disco de jazz instrumental más vendido en la historia de Portugal hasta el momento.

Pero también sus discos en trío y sus colaboraciones con otros artistas, como el también pianista Mario Laginha fueron celebrados por la crítica y el público. Inclusive, su habilidad para la construcción de climas lo derivó a la composición de bandas sonoras de películas del cine portugués y de otros países, como la reconocida Talented Mr Ripley.

Sassetti murió en 2012, a los 41 años, al caer por un acantilado mientras tomaba fotografías en la región lisboeta de Cascais. Dejó mucha música inédita que sus herederos se proponen publicar. Por lo pronto, en los últimos meses vio la luz un disco exquisito de piano solo que Sassetti grabó en 2005 en el Teatro Micaelense de San Miguel, en la isla más grande de las Azores, donde el músico viajó interesado en cierta leyenda que insinuaba que el piano de ese complejo exponía características únicas.

El disco se llama simplemente Solo y se editó con el impulso de la Casa Bernardo Sassetti, una fundación que se integró luego de su muerte para promover su legado. Es música atrapante, que explora la tradición portuguesa y los climas cinematográficos, entre los se cuela una relectura de After the Rain, de Coltrane.

Este álbum es el primero de nueve que la Casa Bernardo Sassetti se ha comprometido a editar en los próximos años. Entretanto, su herencia musical ya es motivo de tributos. Músicos contemporáneos de Portugal le vienen rindiendo homenajes en discos y presentaciones en vivo. Entre ellos, Bruno Pernadas, Alberto Conde y la Big Band Junior.

Pero la casi veintena de discos que editó en vida, ya sea en formato solitario como en trío y en dúos con otros artistas resultan un descubrimiento excitante para quien no lo tenía en el radar. Un artista que, como pocos elegidos, conmueve desde las primeras notas.


lunes, 13 de julio de 2020

RESCATE EMOTIVO



Lester Bowie mira a los ojos, desafiante: «Art Ensemble of Chicago soy yo», viene a decirnos cual Rey Sol reencarnado en batín. Don Moye habla de A.E.O.C. como de un bien de propiedad compartida. Es el quinto A.E.O.C., como Zeppo era el quinto Hermano Marx, después de Gummo, Chico, Harpo y Groucho, que, no obstante, para la historia fueron tres y, como mucho, medio más por lo que corresponde al zeporro de Gummo (de Zeppo no se acordó ni la autora de sus días). 

Como no podía ser de otro modo, este hijo de Detroit, una «fuerza de la Naturaleza» según le ha llamado con propiedad el cronista, se hizo con el puesto al que otros habían opositado y al punto impuso su autoridad. Le vimos en el Teatro Alcalá-Palace -pongamos que hablo de Madrid- en noche que no olvidaremos mientras vivamos, y otra vez, con las rayas de la metáfisis surcando su rostro o a barba vista, con A.E.O.C. y derivados, y con Los Leaders en sus distintas metamorfosis y con el trío de Kirk Light- sey, que es una especie de Leaders en pequeñito. 

Vino esta última vez con el larguirucho pianista - quien para siempre será «el pianista de Dexter Gordon» en la noche en que «Desiderio-Desiderio (siempre triste, nunca serio)» nos enseñó en qué consiste el jazz, en un campo de fútbol perdido en la inmensidad del extrarradio matritense- para tocar una semana en el Café Central de la Villa y Corte, dos días en el Café España de Valladolid y uno más en Bilbao, abriéndose un hueco entre el ejército de loritos de la tradición (Iglub!) de sólo 21 años de edad -coro de perplejidad- convenientemente arrullados por las multinacionales del disco misil tierra-aire, que están que beben los vientos por estos chicos. 

Don Moye pertenece a una especie en vías de extinción: la de los músicos que, además de hacer música, piensan -puede comprobarlo el lector en la entrevista adjunta-. Como miembro de A.E.O.C. participó en la última gran aventura del jazz moderno que fue la perpetración de la Great Black Music, especie esencialmente omnívora en cuya virtud cifraron sus promotores las esperanzas de regeneración del jazz. Los años les/nos han jugado una mala pasada. 

En tiempos en que los destinos de la música de nuestros amores se rigen desde las mesas de los despachos, con los instrumentos musicales en manos de los no-pensantes (ergo cabezas-cuadradas), pagó su rebeldía con el exilio y la marginación. 
Uno, en su inocencia, se veía a sí mismo llegado a la edad provecta, compartiendo unos spaghettis al pesto con Don Moye, contemplando ambos el mundo y a sus gentes desde la perspectiva del chico malo finalmente reconocido y el crítico de jazz corrupto pero no demasiado y a lo mejor es que contra Wynton/Alvarez del Manzano vivimos mejor. 

Curiosamente, en este Madrid de tono gris-tonto, Moye se aproximó como nunca a la idea que se tiene del batería de jazz como inscrito en una tradición que se remonta a los tiempos de Nueva Orleans y se redefine a partir de la aportación de Kenny Clarke (de todos modos, el gremio de los baterías viene siendo el estamento más dinámico, dentro de lo que cabe, entre los nuevos jazzistas). 

Uno piensa que hora es de poner las cosas en su sitio y restituir su orden natural a los acontecimientos. Que el mundo facundo del jazz haya apartado de su lado a Don Moye -a él y a todos los que son como él-, es una infamia. Que, a lo más, se le aparque en el apartado dichoso de la vanguardia, sub-especie de folclóricos, como forma sutil de tenerlo sujetito. 

Una música que avanza hacia atrás y secciona la parte de su pasado que no se aviene con los intereses de quienes se dedican a venderla, define a quienes la practican, pues no sólo es una injusticia: es del género idiota (Lou Reed lo vió antes que nadie, los llama «músicos idiotas») porque es suicida (de haber tocado jazz, a Bela Bartok se le seguiría considerando hoy vanguardia). En tanto en cuanto Don Moye siga en la brecha, seguirá siendo uno de nuestros héroes.

© CDJ - NRO 28 - Jose M. García Martinez

domingo, 5 de julio de 2020

4RENTENAS SUITE


La suite de Brad Mehldau en cuarentena es un nuevo disco grabado en el contexto de la pandemia por el coronavirus . Todos los músicos en actividad, tienen una historia para contar sobre lo que significa la pandemia de Covid-19 y su incidencia en la vida cotidiana y en el ámbito profesional. 

Para el pianista Brad Mehldau, esa historia comienza con la interrupción de la gira europea de su trío y la cancelación de un viaje planeado de regreso a Nueva York.  

Estando aislado en su casa junto a su familia, en Holanda, Brad Mehldau escribió 12 composiciones sobre lo que estaba experimentando. Pudo grabarlas de forma segura en un estudio de Amsterdam, junto con canciones de Neil Young, Billy Joel y Jerome Kern, para el álbum Suite: April 2020. 

La iniciativa parte de una tristeza y una imposibilidad. La tristeza se asocia con la cantidad de músicos de jazz víctimas de la pandemia. Entre ellos figuró el legendario saxofonista Lee Konitz, un artista muy cercano a Mehldau, con quien grabó el magnífico disco Alone Together, del cual también participó el contrabajista Charlie Haden. La imposibilidad tiene que ver con la abrupta interrupción de la gira que Mehldau estaba llevando adelante por Europa con su trío y el virtual impedimento de retornar a Nueva York. Así, el pianista se refugió en Amsterdam junto a su mujer, la cantante Fleurine (de nacionalidad holandesa) y allí decidió dar forma a este nuevo disco.

La edición en vinilo de lujo (corte directo del master; 180 gramos), está disponible por U$ 100, limitada a 1,000 unidades numeradas, firmadas por Brad Mehldau. Se donará un mínimo de U$ 90 por cada disco vendido al Fondo de Emergencia del Músico Covid-19, de Jazz Foundation of America, gracias a la generosidad de muchos de los participantes del proyecto.También se destina una parte de las ganancias del álbum digital, ya disponible.

 https://bradmehldau.bandcamp.com/