
The Köln Concert no es solo un registro de piano: es el sonido de alguien escuchándose a sí mismo en tiempo real. Keith Jarrett transforma una noche llena de límites —un instrumento imperfecto, el cansancio, la urgencia— en un acto de fe. Cada motivo se repite como una respiración que duda y avanza, y en esa insistencia nace la emoción: no el virtuosismo como exhibición, sino como entrega.
Jarrett no toca para impresionar, toca para mantenerse despierto ante lo que sucede. En Köln, la música parece inventarse mientras cae, frágil y luminosa, y por eso permanece: porque no busca durar, sino decir la verdad de ese instante.
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