martes, 2 de abril de 2019

MUSICA E INSPIRACION


¿Qué es la inspiración? Esta es una incógnita planteada a lo largo de muchos siglos y dirigida hacia un catalizador del proceso creativo. No obstante, la respuesta apunta a una consideración excesivamente prosaica y parcial. Su incidencia misteriosa y fundamental en la obra para dotarla de identidad no ha sido reconocida por parte de una intelectualidad del siglo XX, que se retractaba de los excesos románticos y subjetivistas del siglo anterior.

El término inspiración conjuga tres vertientes semánticas significativas en relación a la música. La primera la entiende como la acción de introducir aire en los pulmones. La segunda se vincula a algo con influencia divina, especialmente aquella que mueve a artistas y bajo la cual se considera que fueron escritas las Sagradas Escrituras. Y la última, como pensamiento sugestivo o idea espontánea, brillante y oportuna. En ningún caso la abstracción inherente a alguna de estas definiciones facilita las claves concretas para identificarla. Pero paradójicamente engloba a las tres como una experiencia: es física, comparable al acto de prepararse para cantar o interpretar; es espiritual, imprevisible e intangible; y tiene un determinismo decisivo en el acto de creación.

De esta manera lo plantea el compositor y divulgador Jonathan Harvey en el libro Música e inspiración de 1999 traducido al castellano nueve años después por la colección de la editorial Global Rhythm. Nacido como una reducción de su tesis doctoral, se trata de un ensayo que focaliza sin mistificaciones románticas la inspiración como idea y como experiencia. La vuelve a definir y no la presenta como un resultado. Es decir, la vincula al oyente, al intérprete y especialmente al compositor y su proceso comunicativo; no a la obra. Por esta razón busca puntos que aclaren el proceso pero sin una conclusión en firme en la valoración final. Buena parte del libro se dedica a mostrar cómo lo han entendido los compositores, sobre todo desde el siglo XVIII hasta la actualidad, a partir de numerosa documentación: desde textos teóricos hasta la correspondencia y otros escritos personales. Es, pues, un relato que funciona como colección de datos y vivencias muy variadas en una casuística variada hasta el infinito pero empíricamente poco contrastable.

Harvey entiende el origen de la inspiración como un fruto de tres matrices: la interna y lo objetivo; la del mundo exterior; y la fusión de ambas. Nos remite freudianamente a ella como un instinto, como un inconsciente, así como vinculada a un público. De manera idealista nos remite a ella como una relación de los compositores con sus musas, mientras que metafísicamente lo hace como mediadora -y reveladora- de la divinidad. La edición es correcta y con esta publicación se amplió la escasa bibliografía existente al respecto –seria, claro-. El discurso está bien argumentado a pesar de que la abundancia de ejemplos es más un anhelo de ilustración que el pilar de un relato, las bases teóricas del cual son aplicables a otros campos de la creación y el pensamiento.

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