Siempre pensé el dialogo a piano solo como
un ideal hacia un nivel superior, como la soledad de la montaña, inhóspita y
desolada dueña de una belleza singular, donde radica su originalidad. Es una prueba para sacar a la luz el fuego interno.
El concepto está lejos de los senderos trillados porque nos
aleja del conservatorio y el enfoque clásico del instrumento en trabajos de
este tipo. El músico apuesta a una continuidad
que ilumina una faceta más personal e introspectiva. Casi como un aprendizaje
espiritual. Una mano izquierda marca líneas bien articuladas por una derecha de
elegancia armónica, que da una idea acabada del buen gusto del material
seleccionado.
Mediante la combinación de solo tres
composiciones de cuño propio y ocho relecturas en donde quizás, no lo sé,
intuyo quiso integrar todas sus influencias; el disco entero está bajo el signo
de un lirismo que no peca nunca de sentimental.
Acá hay napas profundas y una hondura
inquietante; sus tres composiciones “Una Idea”; “Wertic” y “Pasajero Frecuente”
están admirablemente construidas y son ejemplo de erudición en los azarosos
senderos de su teclado. Con una falsa sensación de espontaneidad, lo registrado
tiene peso filosófico para aquellos que sentimos lo más íntimo del viaje musical,
cuya escucha derrama la reflexión de un artista que se afirma como uno de los ineludibles a tener
presente.
Once entidades que están vinculadas en
consonancia con el alcance de su talento, el tiempo de su herencia artística, los modelos
musicales de su generación y los valores que representan: una prueba más de la universalidad de la música del pianista cordobés.
Gran
trabajo de una potencia emocional sabia y elaborada que vuelve a extasiar.
No
dejará indiferente a nadie.
“Don
Juan me había dicho que sin tristeza y añoranza uno no está completo, pues sin
ellas no hay sobriedad, no hay gentileza.”
Carlos
Castaneda
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