Antes que nada pedir disculpas por no haber publicado lo del fin de semana pasado, mucho trabajo y poco tiempo. Este cd doble ( parte de él ) pasamos en Impronta. Un disco de un músico de jazz, haciendo aquí música con una connotación off - Jazz, es decir multi-étnica si se quiere, o globalizadora también.
Un acercamiento a aguas distintas al jazz, por parte de este ígneo francés maestro en su instrumento.
El trabajo me pareció interesante ya que es un mapa musical y una visón personal del recorrido de Didier (nombre con una fonética preciosa) por el mundo y como plasma dicha impresiones en este trabajo.
El CD 1 se define más que nada por una parte del viaje que hace Didier y que invita al oyente a sumarse a la aventura ofreciendo un espectáculo musical atrayente y variado. No encontraremos Jazz en esta incursión del violinista pero si una amalgama de sonidos atrapantes y diversos. En cambio el CD Nro 2 nos muestra variaciones emocionales diferentes quizás mas vinculadas con la introspección en algunos casos, la mística en otros (caso del corte 1 “India”) o cercanías personales (para mí al menos) como en el corte 10 (En Argentina), dando así un giro lógico ya que este CD 2 es justamente un paneo por las distintas situaciones geográficas por las que Didier paso dejando constancia de ello.
El violín puede reproducir estados de ánimo humanos como reír, llorar, pensar, soñar o puede generar su opuesto emocional. Un viaje alrededor del silencio porque en el caso de estos trabajos “La mejor palabra es la palabra no dicha”.
Les dejo como siempre una pequeña reseña acerca de DIDER LOCKWOOD.
Didier Lockwood, nacido en una familia de músicos, iba camino de convertirse en un virtuoso del violín clásico, con premio extraordinario incluido, cuando se cruzó en su camino el jazz, o el jazz-rock para ser más exactos, merced a la influencia de su hermano Francis, pianista. Así, a los 17 años, abandonó los estudios superiores y empezó a tocar allí donde tenía oportunidad, primero junto a su hermano en el grupo ‘Magma’ y luego, reconocida su valía por el oído experto de los grandes, en la big band de Michel Colombier, junto a su maestro nunca desmentido, Grappelli, o con el pianista Dave Brubeck.
Con sólo 23 años se impone el inicio de una carrera como solista que no ha dejado de ser premiada con el éxito desde entonces. Desde 1979 hasta la fecha se han venido sucediendo sus discos con las más diversas formaciones y en tipos de música diferentes, incluida la clásica. Al menos uno al año. Su talento, unido a sus dotes para el espectáculo, ha deslumbrado en todos los rincones del mundo.
Lockwood es una hombre de su tiempo, inquieto y curioso, con los oídos siempre abiertos a todas las posibilidades de explorar y explotar las capacidades expresivas del violín, un instrumento que en sus manos llega a adquirir dimensiones extraordinarias. El uso de la electrónica (efectos y secuenciadores sobre todo) y la experimentación con armonías ajenas a la disciplina occidental no sólo consolidan la presencia del violín en el jazz, sino que le dan carta de naturaleza en cualquier otra música que decida abordar.
Un acercamiento a aguas distintas al jazz, por parte de este ígneo francés maestro en su instrumento.
El trabajo me pareció interesante ya que es un mapa musical y una visón personal del recorrido de Didier (nombre con una fonética preciosa) por el mundo y como plasma dicha impresiones en este trabajo.
El CD 1 se define más que nada por una parte del viaje que hace Didier y que invita al oyente a sumarse a la aventura ofreciendo un espectáculo musical atrayente y variado. No encontraremos Jazz en esta incursión del violinista pero si una amalgama de sonidos atrapantes y diversos. En cambio el CD Nro 2 nos muestra variaciones emocionales diferentes quizás mas vinculadas con la introspección en algunos casos, la mística en otros (caso del corte 1 “India”) o cercanías personales (para mí al menos) como en el corte 10 (En Argentina), dando así un giro lógico ya que este CD 2 es justamente un paneo por las distintas situaciones geográficas por las que Didier paso dejando constancia de ello.
El violín puede reproducir estados de ánimo humanos como reír, llorar, pensar, soñar o puede generar su opuesto emocional. Un viaje alrededor del silencio porque en el caso de estos trabajos “La mejor palabra es la palabra no dicha”.
Les dejo como siempre una pequeña reseña acerca de DIDER LOCKWOOD.
Didier Lockwood, nacido en una familia de músicos, iba camino de convertirse en un virtuoso del violín clásico, con premio extraordinario incluido, cuando se cruzó en su camino el jazz, o el jazz-rock para ser más exactos, merced a la influencia de su hermano Francis, pianista. Así, a los 17 años, abandonó los estudios superiores y empezó a tocar allí donde tenía oportunidad, primero junto a su hermano en el grupo ‘Magma’ y luego, reconocida su valía por el oído experto de los grandes, en la big band de Michel Colombier, junto a su maestro nunca desmentido, Grappelli, o con el pianista Dave Brubeck.
Con sólo 23 años se impone el inicio de una carrera como solista que no ha dejado de ser premiada con el éxito desde entonces. Desde 1979 hasta la fecha se han venido sucediendo sus discos con las más diversas formaciones y en tipos de música diferentes, incluida la clásica. Al menos uno al año. Su talento, unido a sus dotes para el espectáculo, ha deslumbrado en todos los rincones del mundo.
Lockwood es una hombre de su tiempo, inquieto y curioso, con los oídos siempre abiertos a todas las posibilidades de explorar y explotar las capacidades expresivas del violín, un instrumento que en sus manos llega a adquirir dimensiones extraordinarias. El uso de la electrónica (efectos y secuenciadores sobre todo) y la experimentación con armonías ajenas a la disciplina occidental no sólo consolidan la presencia del violín en el jazz, sino que le dan carta de naturaleza en cualquier otra música que decida abordar.
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