miércoles, 24 de marzo de 2010

NUNCA MÁS, MIRAR PARA OTRO LADO

...pero una madrugada forzaron las puertas nos allanaron el desván y la memoria, decidieron por nosotros en mitad de la duda, nos quitaron los fantasmas y los papeles, levantaron un cepo de palabras y un corral de miedos donde abandonarnos...

MARIO BENEDETTI

martes, 23 de marzo de 2010

EL AFUERA Y EL ADENTRO

Que Uri Caine es un músico versátil, es indudable. Que ha generado proyectos que gustan mirarse desde las antípodas, tampoco. Que esta música que vamos a comentar brotó de una mente abierta, menos. El pianista ha sido parte de proyectos con la creme del jazz , Don Byron, Dave Douglas, y su currícula abarca, desde tríos con piano eléctrico, al neo-klezmer, o sus viajes postmodernistas a obras atemporales de Mahler, Wagner y Bach, inconseguibles hoy en el País.
Este trabajo tiene su tiempo ( 1997) y sale de los lugares comunes de los muchos tríos que hay dando vueltas, con propuestas similares. Blue Wail [ la traducción literal sería "Lamento azul " ] tiene un claro sonido post-bop que vertebra todo el trabajo.
Abre y cierra nuestro entusiasta aplauso, con dos versiones de "Honeysuckle Rose", un cuadro musical cuya pintura tonal, es su personal enfoque sobre la historia del piano-jazz . La potencia expresada en el resto del trabajo, genera espacios de tensión y distensión, marcados los primeros por la fogosidad del baterista, Ralph Peterson y los segundos contienen la base armónica precisa a cargo del contrabajista James Genus para que el mecanismo suene aceitado.
De hecho, la química compartida tiene puntos álgidos,"Digature of the Line", es la puerta de entrada al club de jazz, cargado de la bruma espesa del cigarillo que se arrastra por el techo, cobijando el movimiento de cabeza y pies de los aficionados sentados en sus mesas escuchando la perfomance del terceto.
Esta aplastante composición posee nerviosismo musical que se va resolviendo en aguerridas líneas melódicas de libre vuelo.
La grandeza del blues aparece en el corte que da nombre al cd, moldeándose paso a paso por las manos del alfarero, nutriéndose en cada nota, del sentimiento de su autor. Fresca y acogedora.
El único pasaje bellamente introspectivo es "Poem for a Shulamit", cuyos ojos claros imaginan el reposo y la quietud de un lugar de inmutable contemplación donde se revela la angustia. Pertubadoramente liberador.
Una obra donde están muy bien plasmados los opuestos, con un líder carismático que desarrolla un lenguaje que bebe más allá de la fuente del jazz tradicional y el jazz moderno, y a la vez los incorpora. El afuera y el adentro.
La música contenida está dedicada a la memoria de Vladimir Sokoloff y Johnny Coles.

Reseña: Micky Almada

Uri Caine: Piano

James Genus: Contrabajo
Ralph Peterson: Batería.


domingo, 14 de marzo de 2010

ALEJANDRA, LA GRANDE

El próximo 21 de marzo es el día mundial de la poesía y quería publicar sobre una de las mejores letras que dio nuestro País. Esto viene a cuento, al hecho de estar leyendo a la susodicha poeta, a partir del libro "Alejandra Pizarnik, Poesía Completa"; cuya edición estuvo a cargo de Ana Beccia, absolutamente recomendado y que incluye, además de lo conocido de la autora, tomas alternativas y bonus tracks poéticos jamas publicados.
Esta nota salió en la revista "Ajo Blanco" cuando llegaba aquí y referenciaba a tres mujeres; Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik e Ingeborg Bachmann.
Bajo el título, "Modos de muerte ", se comenta de manera sucinta pero concisa, vida y trágico final, para tres almas de alta sensibilidad e inteligencia.
Una manera de acercarse a la honda melancolía de una poetisa irrepetible.


Alejandra no encajaba en
aquella sociedad de Perón
y Evita. La feminidad se
concretaba en vestidos
vaporosos y habilidad para
las tareas del hogar, con el
objeto de prepararse para
la finalidad exigida:
el matrimonio


Cuando nace Alejandra Pizarnik en 1936 sus padres llevaban dos años en Buenos Aires. Habían llegado sin conocer la lengua española. Sólo sabían hablar ruso y yiddish, dada su condición de judíos. Llegaban de una Europa espantada por el avance del nazismo. La pareja de emigrantes había disfrutado en su país de una situación económica estable. Eran cultos. Algunos dicen que Alejandra sentía fascinación por su padre, de porte elegante, con ojos azules y amante de la canción francesa.
Como Sylvia
Plath, ella tuvo su primer analista en la adolescencia. Una adolescencia llena de problemas importantes para esa edad: tenía granos en la cara, asma y era gordita. Dicen que Alejandra, cuando logró adelgazar, abría la puerta de su apartamento en ropa interior para enseñar aquel cuerpo que por fin era aceptado.
A los dieciocho
años inició estudios de literatura y periodismo que abandonó para estudiar pintura, disciplina que también dejaría para dedicarse exclusivamente a escribir. Representaba el prototipo contrario al que quería la sociedad argentina de aquellos años, que pedía a las jóvenes discreción y buena conducta. Alejandra no encajaba en aquella sociedad de Perón y Evita. La feminidad se concretaba en vestidos de telas vaporosas y habilidad para las tareas del hogar, con el objeto de prepararse para la finalidad exigida: el matrimonio.
Descubrió las anfetaminas para adelgazar, pero luego las necesitaría para todo, especialmente para escribir. Y escribió mucho, desde
"La tierra más ajena", en 1955, hasta su último libro, "El infierno musical", en 1971.
Construyó un personaje extravagante con su vestimenta y sus modales, quizá porque no
se sentía feliz con su cuerpo. Fue amante de la noche, del existencialismo y de los poetas malditos. Su vida era pura literatura.
Amiga de Julio Cortázar, Octavio
Paz, Olga Orozco, Oliverio Girando, todo parecía favorecer a aquella muchacha cuyo don era la escritura. Vivió en París cuatro años buscando una patria acorde con su mundo mítico.
Durante ese tiem
po encontró su lugar. Allí mecanografió los originales de Rayuela. la novela de Cortázar, y se hizo amiga de Bataille. El mundo parecía sonreírle. Sin embargo, la escritura era también un arma letal que daba cuenta de su propia angustia: "¿A dónde la conduce esta escritura? A lo negro, a lo estéril, a lo fragmentado". Algo, un sentimiento profundo de desarraigo, le desgarraba poco a poco. Decía Alejandra: "Existe en mí una sospecha de que lo esencial es indecible". ¿ La conciencia de desarraigo es un lastre o quizás el tesoro más preciado ?
Alejandra regresó a París en 1969. Pero París ya no era la misma ciudad. Se sentía extranjera, sin patria. Quizás tomó conciencia de su condición de judía y buscó en
el lenguaje esa patria perdida. Recuerda la tristeza de sus padres ante el horror del nazismo. Ni siquiera el lenguaje parece disuadirla de su dolor. Ya no puede refugiarse en la escritura. Quizás por eso, a partir de 1970, inicia un proceso de clausura progresiva que culminaría en el primer intento de suicidio.
Luego escribe
una serie de poemas en los que emerge la muerte de ese padre tan querido. Había muerto en 1967. El último año de la vida de Alejandra fue muy productivo. Parecía experimentar una mejoría, pero volvió a caer. Conoció el amor mirando a los ojos de otra mujer y ese amor la zarandeó . La dejó sin lenguaje otra vez: "Mi persona está herida", escribió en un poema.
También hubo llamadas antes de las cincuenta pastillas de Seconal pero nadie estaba disponible.
Nadie sabe si fue un deseo de descanso profundo
o el último gesto de una escritura que desde la adolescencia hablaba ya de locura y muerte. Fue un día de marzo. Al día siguiente la poeta Olga Orozco la llama pero nadie contesta.
La encontraron inconsciente. Murió en el hospital. Tenía treinta y seis años.

Intro : Micky Almada
Fuente : Ajo Blanco. Nro: 111

martes, 9 de marzo de 2010

SIN FRONTERAS

En un reportaje, Agustí explicó muy bien la diferencia que había para él entre free jazz y música libre improvisada. El primero procede de la tradición americana y el segundo de la música clásica europea.
Ambos venían colaborando en distintos proyectos y se podía avisorar uno, a dúo como destino ineluctable.
En ese "otro lugar" que juntos generan, se encuentra una conexión íntima cuyo resultado se expresa en un diálogo abierto y sincero, con composiciones que se suceden de una punta a la otra, dislocando una dinámica que pasa de momentos crepusculares a fragmentadas tensiones, sin perder la continuidad.
La estructura de los temas me retrotae la idea, de la esfera de Pascal : que tiene su centro en todas partes y su circunsferncia en ninguna.
Todas las composiciones son propias, seis de Fernández, tres de Guy y una, de los dos. No hace falta, a estas altura decir los riesgos que toman al abordar un estilo como el explicado por el pianista al comienzo.
No lo duden, son dos conciencias de sobrado talento que abren, a mi modo de ver, determinadas puertas estéticas que serán motivo de más exploraciones. Seguramente este no es un cd para todos los días, y más que probable, no todas las radios lo difundirán, pero la amplia libertad con que se mueven nos muestra una música sin fronteras.
Profunda, compleja, capaz de emocionar y sorprender por partes iguales. Un trabajo que se acerca en algunos pasajes a "Aurora", para quien escribe el "dictum" musical de Fernandéz.

Reseña : Micky Almada

Agustí Fernández (piano)
Barry Guy (contrabajo)