El lirismo y la melancolía de las composiciones de Colin Vallon, así como la discreta interacción a tres bandas de su trío, siguen siendo una marca registrada de Samares. Sin embargo, mucho ha evolucionado el sonido del grupo del pianista suizo desde su último disco para ECM, Danse de 2017, ya que la química de la banda se ha fortalecido aún más; profundizando en gruesos tapices sonoros de trío. Se exploran los extremos dinámicos y los ganchos afinados -algunos melódicos, otros armónicos, otros basados en el ritmo- se ensamblan pacientemente, a menudo completados de manera hipnotizante. Sutiles giros rítmicos y progresiones armónicas construidas en torno a tríadas de piano recuerdan inspiraciones vanguardistas del mundo del art-rock, otras exposiciones revelan un trío de jazz muy unido que elabora un sonido de cámara centrado en la escucha atenta y la reacción. En conjunto, los diversos impulsos están conectados por un tema subyacente que impregna la música como un latido.
«Racine» (raíz), “Ronce” (zarza o mora), “Brin” (ramita o brizna de hierba), “Samares”... la idea aglutinante del nuevo álbum en trío de Colin Vallon está claramente deletreada, tanto en las canciones que lo componen como en su propio título. El término francés «Samares» hace referencia al fruto de la samara que, mezcla de semilla y hoja, se caracteriza por sus alas, como las de los arces, que caen de sus ramas en graciosas piruetas y aterrizan siempre con elegancia.
Esta imaginería no podría encajar mejor con los mundos sonoros contemplativos que se despliegan a lo largo de este disco. Acompañado de nuevo por el contrabajista Patrice Moret y el baterista Julian Sartorius, el pianista descubre un programa que refleja inspiraciones de la naturaleza con surcos orgánicos y una interacción aparentemente telepática.
«Creo que el desarrollo de nuestro trío siempre ha ido encaminado a encontrar un sonido colectivo y no a centrarse en interpretaciones individuales», dice Colin. «Compartimos el amor por las texturas y las mezclas. Julian es un maestro a la hora de crear una atmósfera única y tiene un gran sentido del espacio para cada pieza musical. Su paleta sonora va mucho más allá de la batería y su forma de tocar es extremadamente original. Y el apoyo de Patrice, pero también su forma de orquestar la música y sus ideas creativas a la hora de dar forma a las canciones; son elementos esenciales para nuestra identidad colectiva.»
Con «Racine», el álbum comienza con una nota solemne e introspectiva, con escobillas contra la caja que parecen emular suaves olas rompiendo contra la orilla. Funciona como preámbulo para las grandes ondas líricas de piano que dominan «Mars», una progresión única desarrollada dinámicamente en un crescendo constante. Profundamente compenetrado, el trío fluye y refluye, formando un único aliento.
«Lou» y “Timo” llevan el nombre de los hijos de Vallon, lo que marca otro cambio que ha marcado la vida del pianista desde el último álbum: la paternidad. Primero rumiativa, espaciosa, «Lou» desarrolla un pulso firme en torno a una progresión melancólica, mientras que el furor rítmico animado de «Timo» constituye el telón de fondo de una improvisación silenciada de piano preparado.
Dotada del ritmo más contundente del disco, «Ronce» se inscribe en la línea de las composiciones del tipo de «Timo» y «Mars» antes mencionadas, presentando un movimiento en espiral hacia delante, donde la energía del trío construye un arco largo y cautivador. Aquí, Vallon altera el tono del piano con ligeras modulaciones de sintetizador para conseguir un efecto inquietante. «Étincelle» puede considerarse el polo opuesto en su diseño de rubato, con su suave arpegio de piano acompañado de agudas salpicaduras de platillos y firmes punteos de contrabajo que crean un impulso inesperado; en su conclusión, los frenéticos platillos se desvanecen con la misma naturalidad con la que entraron en escena.
Mientras tanto, la experiencia del grupo en directo ha aumentado exponencialmente, debido entre otras cosas a la serie de conciertos quincenales del trío en Thun, que «cambió radicalmente el sonido de la banda, reforzando una enorme complicidad en nuestra forma de tocar». Diría que entre Le Vent y Samares desarrollamos una conexión más profunda, así como una forma más libre de tocar. El material evolucionó de forma natural, juntos y con el tiempo, permitiendo más exploraciones y más contrastes».
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