Hay discos que parecen buscar respuestas; este busca preguntas.
Lo que se escucha no es tanto una composición como un encuentro: tres voces que se reconocen en el riesgo, que se animan a mirar el reflejo y ver cómo el agua lo distorsiona.
Camila Nebbia suena como si hablara desde un lugar profundo, sin máscaras. Su saxo no grita: respira, duda, se interrumpe, se anima otra vez. Marilyn Crispell le contesta con un piano que es más alma que instrumento —no acompaña, dialoga. Lesley Mok sostiene el pulso de lo invisible, ese momento en que el silencio se convierte en espera.
El disco se siente como un espejo que se mueve con el viento: nada está fijo, todo vibra. Hay calma, pero es una calma inquieta, llena de pequeños temblores. A veces el sonido parece un recuerdo que se deshace; otras, una presencia tan cercana que casi quema.
No hay certidumbres aquí. Solo un intento honesto de capturar algo que siempre se escapa: la emoción en su forma más pura, antes de tener nombre.
A Reflection Distorts Over Water es, quizás, una forma de decir que también en la distorsión hay belleza. Que la claridad absoluta no existe, y que tal vez lo más humano —y lo más musical— sea aprender a convivir con el reflejo que tiembla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario