Era abril de 2011 y en una iglesia de Nueva York se preparaba a una hora inusual -apenas pasado el mediodía- un concierto de estrellas del jazz para recaudar fondos destinados a los damnificados por el terremoto de aquel entonces en Japón.
Se anunciaban músicos legendarios: Randy Weston, Barry Harris, Harold Mabern, Frank Wess, Junior Mance y muchos más. Pero hubo uno que apenas empuñó su saxo y desplegó la primera ola de sonido enmudeció a los pocos asistentes de aquel día lluvioso y desangelado. Era Billy Harper, un saxofonista de sonoridad poderosa y profunda, cargado de una impronta espiritual que sin duda remite a Coltrane, pero con la vocación de construir una voz propia y perdurable.
Harper se presentó en aquella ocasión solo con su saxo y acompañado por un coro gospel de 12 personas, entre las que ya descollaba una aún desconocida Jazzmeia Horn.
Antes de ese episodio, y por cierto también después, Harper desarrolló una carrera notable en el jazz, aunque siempre alejado de los flashes que festejan celebridad y ventas. Tocó con Lee Morgan, con Gil Evans, con Art Blakey y con Max Roach, entre tantos otros. Su sonido potenció muchos de los discos de esos artistas en los que participó. A la vez, comenzó a darle forma a una carrera solista a mediados de los 70, con álbumes que hoy forman parte de los listados de culto de los iniciados, algunos de los cuales han comenzado a reeditarse.
En los últimos años fue un pilar de la banda de Randy Weston, con quien se presentó en la Argentina en el festival de jazz porteño y también del supergrupo The Cookers, que asimismo pisó la escena de la Usina del Arte de la Ciudad hace pocos años. Es un grupo que aún está activo y que completan músicos irremplazables, entre ellos George Cables, Cecil McBee y Billy Hart.
La gran noticia para los seguidores de Billy Harper es que se acaba de editar un registro en vivo de 1975 en Antibes, donde se presentó pocos días después de grabar en París Black Saint, el primer disco que produciría el sello de ese mismo nombre.
En ese escenario francés brilló Harper con su quinteto de entonces, integrado por Virgil Jones en trompeta, Joe Bonner en piano, David Friesen en bajo y Malcom Pinson en batería. "Muchas veces vino gente después de nuestros conciertos a decirme que mi música les transmitía una suerte de sanación espiritual. Eso es lo que se supone que busco", ha sentenciado el saxofonista y compositor sobre su música.
Este nuevo disco, Antibes 75, editado por Sam Records, llega en formato vinilo y con un insert de seis páginas de textos y fotos inéditas. Un tesoro para explorar con plenitud.
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